Por: María Elena Dávila
Una gran amiga me regaló un libro que recomiendo a todxs. Es de una belleza especial, poético, doloroso y lleno de esperanza, y se basa en las conversaciones de la autora, Alexis Pauline Gumbs, con diferentes mamíferxs marinxs. Al decir conversaciones me refiero a posibilidades de sentir y entender qué significa ser un mamíferx no humano en plena crisis climática del capitalismo tardío. El libro se llama “Des-ahogarse: lecciones feministas negras de los mamíferos marinos” (en inglés, “Undrowned: Black Feminist Lessons From Marine Mammals”), y está compuesto de 19 reflexiones sobre lo que necesitamos aprender de ellxs con urgencia.
Desde que este libro llegó a mi corazón de las manos de mi amiga querida, también me llegó junto con esta autora negra y feminista una capacidad de la que no era muy consciente, o que ya no recordaba: la de conversar entre especies. Esta conversación está en curso en todas partes, porque lo vivo habla. Y desde los océanos, los delfines, ballenas y tiburones pueden educarnos sobre cómo desahogarnos, porque entienden la situación imposible que significa caber y resistir en este modelo de mundo y llevan sus propias heridas, pérdidas y adaptaciones como consecuencia de su sobrevivencia.
Conversar así significa renunciar a nuestro gran ego colonizador. Si ya estamos ahogándonos en esta cultura, este capitalismo, esta violencia y falta de aire y agua, no podemos pretender que las soluciones vengan solamente de nuestra inteligencia, de las formas de conocimiento responsables de este desastre donde ya no se puede respirar, ni trabajar, ni sostener una familia, ni protegerse del sol, y se desdibuja la posibilidad real de un futuro para todxs, humanxs y no humanxs.
Este libro es un conjunto de ensayos poéticos inspirados en diferentes mamíferxs marinos sobre las lecciones que nos dan en 19 asuntos básicos para desahogarnos: escuchar, respirar, colaborar, ser vulnerables, estar presentes, ser feroces, aprender del conflicto, honrar los límites… Cositas simples de la vida para reorientarnos hacia formas de relacionamiento que ya no sean colonialistas, racistas, codiciosas, desiguales.
Esta reflexión sobre las formas de conocimiento que pueden surgir en la relación inter-especies, que NO es lo mismo que el estudio CIENTÍFICO de las especies no humanas, se extendió casualmente a las leonas, cuando vi el capítulo dedicado a ellas de la serie Depredadores de Netflix. Nunca me había sentido tan comprendida como madre ni tan mamífera como viéndolas ser madres a ellas: se desloman buscando cazar para dar de comer a sus crías y el mejor momento del día es retozar al sol de la tarde entre juegos y cariños con su manada.
¿Cómo hemos podido olvidar que pertenecemos a la naturaleza? ¿Cómo hemos podido sobrevivir a ese olvido? ¿Enfermándonos, enloqueciéndonos? ¿Creando el capitalismo último modelo?
Escuchar lo que me transmiten los mamíferos marinos desde las páginas de este libro, o las leonas en estado salvaje desde la pantalla de Netflix, me ha hecho tener clarísimo que existe una parte inmensa de nosotrxs donde solo somos mamíferxs, cosa que sabía teóricamente, pero que no había sentido encarnada.
Si tiene hambre, ese mamífero buscará comer, sea como sea. Defenderá su territorio, porque territorio es igual a comida. Atacará ferozmente si es necesario para sobrevivir. Y con esa misma ferocidad defenderá a los suyos. La vida en estado salvaje es extenuante y requiere de decisiones rápidas y cuerpos vigorosos. El trabajo nunca termina. Hay periodos muy largos de hambre y sed y siempre asechan peligros. ¿Te suena? Así vive el 90% de la población del mundo que no llegó al reparto de los bienes y servicios.
Vivimos en ciudades, defendiéndonos de depredadores de todo tipo (gobiernos, jefxs, parejas, profesorxs, delincuentes…). El trabajo no es solo físico, pero es extenuante de otras formas. La búsqueda de dinero equivale a la búsqueda de alimento y es cotidiana en el capitalismo tardío. Nuestras filiaciones son cada vez más atomizadas en la familia, y lxs Otrxs se han convertido en manadas archienemigas que disputan el control del territorio real y simbólico −que para esta altura ya deberíamos haber aprendido a compartir−.
Aunque creamos vivir en la libertad del consumismo y la racionalidad de la democracia, las grandes mayorías del mundo, humanas y no humanas, luchan por sobrevivir. Solo muy pocxs accedemos al descanso, la seguridad y comodidad, porque podemos comprar esos derechos gracias al sistema de privilegios sobre el que se asienta esta civilización.
Y aquí regresa la conversación inter-especies. Porque los mamíferos no humanos todavía conservan claves para vivir como se debe en el mundo natural, saben ser salvajes en el mejor sentido del término, sin la crueldad que nos caracteriza a nosotrxs. Saben recordar, resistirse, ir a lo profundo, descansar, desacelerar, respetar su cuerpo y acabar con el capitalismo, sin cognición superior ni un lenguaje tan avanzado y preciso como el nuestro. Y sin dañar sus ecosistemas: todavía sobreviven a nuestra presencia egoísta, consumista, extractivista y destructiva.
¿Entonces para qué es importante conversar con ellos?
Para recordar que somos esencialmente iguales, mamíferxs, seres de emociones complejas y vínculos estrechos de lealtad con nuestra familia. Y darnos cuenta de que, aunque tengamos una tremenda frente que protege los procesos evolutivos más sofisticados del pensamiento y el lenguaje, parecería que eso no nos ayudará a desahogarnos en este punto incierto de nuestra evolución. Porque hasta aquí, esa inmensa inteligencia sigue sirviendo a un orden basado en desigualdades de proporciones cada vez más exorbitantes entre géneros, culturas, países y todos los demás etcéteras.
Este mundo definitivamente no es lo mejor que hemos logrado. Muy avanzado en muchas cosas, muy degradado en lo fundamental que necesitamos para vivir.
Este libro expresa con palabras preciosas una inmensa complejidad de ideas que confrontan lo insostenible que es el capitalismo para la vida en una escala interespecies. Desde el amor a los mamíferos marinos y el diálogo que surge de él, cuestiona los cimientos de esta civilización en todos los frentes: económico, social, político, ambiental. Mientras lo he leído he llorado de muchas formas, a veces de rabia, otras de pena, otras de amor. Pero cada vez más convencida de que tenemos que cuidarnos y movernos juntxs, de que no quiero ser parte de un sistema diseñado para que siempre nos falte y nos sintamos en falta, culpables y pequeñxs.
«Pero tal vez tú ya sabees algo acerca de cómo un sistema mortal no tiene por qué parecer que te apunta directamente para matarte constantemente… un sistema puede cortar partes de ti todos los días, robarte partes de ti que necesitas, simplemente en su funcionamiento diario, como legado de su propósito original. Tal vez pienses que esto no se trata de ti (si es así, esa es una parte de ti que ya está anestesiada)».
Alexis Pauline Gumbs.
P.S. Las muchas “X” son mi intento de no asumir el género de nadie. Ya sé que es cansón, pero ahora más que nunca creo que es necesario.